DONDE TODO COMENZÓ


En el 2009 me fuí a hacer mi año médico rural en un lugar en donde la belleza de su paisaje y lo perfecto de su clima hizo que calmara un poco la ansiedad y el temor que me daba el comenzar a ejercer mi profesión en un lugar tan alejado, siendo la única médico de un pueblo en donde el hospital de segundo nivel más cercano se encontraba a un poco más de 5 horas de camino por una carretera destapada, culebrera y con derrumbes constantes. 


Fue en éste lugar en donde entendí que el ser médico no estaba en el diploma que me acababan de entregar, y que definitivamente el 80% de todo lo que memoricé para poder pasar los parciales de la universidad no me iban a servir para nada. Éste pueblo era un reflejo de la realidad del país: Un lugar bello, fascinante, lleno de recursos naturales... con mucha pobreza entre sus habitantes y con recursos que fácilmente se "perdían" entre la corrupción de quienes allí gobernaban. Durante el tiempo que estuve, denuncié varias irregularidades que allí ocurrían, lo que me generó problemas y amenazas por parte de varias entidades, pero eso es otra historia.

El reto durante ése tiempo estaba en descubrir cómo poder ayudar a solucionar los problemas de salud de aquellas personas con solo algunos pocos medicamentos y laboratorios disponibles. Salía un día a la semana a recorrer las veredas en compañía de una auxiliar de enfermería. Eran horas de largos caminos entre montañas. Visitaba las familias que allí vivían, y aprovechaba para hacerles consulta médica. Muchos de ellos, en especial adultos mayores, nunca asistían al centro de salud por las dificultades del recorrido y por sus limitaciones físicas. 


Don Pedro y Doña Victoria
Había una familia que recuerdo en especial. Una pareja de abuelitos, Don Pedro y Doña Victoria, que vivían en una casa que en parte estaba hecha con tablas. Siempre nos recibían con sonrisas, abrazos, con un plato de arroz con huevos y un pocillo de agua de panela, preparados en una estufa de leña. Teníamos largas conversaciones en medio de risas, a veces en compañía de los hijos y nietos quienes vivían cerca. Eran momentos bastante agradables, en los que la inocencia y sencillez de aquellas personas hacía que 
quedara a un lado las grandes dificultades  que tenían que vivir a diario.

Una noche me llamaron porque Don Pedro tenía una de sus tantas crisis respiratorias, pero en ésta ocasión estaba peor que en las ocasiones anteriores. Sin inhaladores, ni oxígeno ni posibilidad de realizar exámenes en el puesto de salud, la única solución fue llevarlo en ambulancia por ése largo y peligroso recorrido hasta el hospital más cercano. Recuerdo que llegamos en la ambulancia hacia las 5:30 de la mañana al hospital. Don Pedro falleció 30 minutos después. 

Ésa frustración e impotencia que viví, no solo con Don Pedro sino con muchos otros pacientes, hizo que me replanteara cual era mi verdadera labor como médico. No tiene sentido el simplemente atender los pacientes y llenarlos de medicamentos (alopáticos o alternativos), o simplemente quitar síntomas como si las personas fueran carros que se llevan al mecánico para un mantenimiento. Gran parte de nuestra labor como médicos está en educar, en adaptarnos al paciente, a sus necesidades reales y a sus posibilidades.

Hoy 3 de Diciembre, Día del Médico, quise hacer un homenaje a todos ésos pacientes que han sido motivación e inspiración en mi vida para que todo éste proyecto comenzara a ser realidad. Es en todos ustedes que está mi razón de ser.  


Dra. Ángela Moreno
(Fotos tomadas durante el año médico rural - Algún pueblo de Colombia, 2009)


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